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lunes, 11 de julio de 2011

Kuroshitsuji X


Después de esa conversación Sebastian y yo no nos volvimos a dirigir la palabra. Terminé de desayunar y me subí a prepararme la mochila para esa tarde de ensayo. No podía dejar de darle vueltas al asunto, ¿quién sería ese conde y qué era Grell exactamente? Todo a mi alrededor estaba transformándose de alguna manera en un aventura muy interesante. Por un momento pensé que debía ser perfecto, por fin mi vida tendría algo de emoción fuera del escenario, pero me imaginé que aquella aventura estaba cogiendo cierta forma desagradable también.

Cuando me preparé la bolsa fui a mi habitación y cogí algo de ropa para cambiarme. No quería quitarme esa camisa, pero… tampoco podía declararme de una manera tan fácil, lo de la otra noche fue simplemente sexo, algo que necesitaba sin más… Pero… pero tenía miedo de perder la cabeza por un demonio.

De pronto noté una mano sobre mi frente.

-Veo que ya no tiene fiebre y se encuentra mucho mejor-

No había oído entrar a Sebastian, me giré bruscamente mientras sentía que mis mejillas se encendían rápidamente y quité su mano de mi frente para seguir buscando en los cajones algo de ropa.

-Estoy bien… -no sabía que más decirle, aunque él tampoco necesitaba realmente una explicación, estaba riéndose de mí como humana.

-¿Quiere que le ayude también a vestirse?-

Esas palabras me congelaron, ¿qué estaba diciendo? Me giré muy sorprendida y lo miré preguntándole que qué era lo que le pasaba, pero simplemente se rió y se alejó un poco, después se sorprendió al ver la cama hecha.

-Se ha levantado hoy muy ociosa, señorita.

-¿Se puede saber qué te pasa?- le dije definitivamente muy molesta por todo lo que estaba diciéndome y por como actuaba.

-Me niego a que vaya a esa fiesta.- me encaminaba al aseo mientras decía aquello, y notaba como me seguía hasta parar a pocos centímetros de mí y mientras yo abría la puerta él se dejó caer cerrándola.- Y haré todo lo posible por que no lo haga…- me estaba sonriendo y seduciendo de nuevo. Si fuera cualquier otro hombre, si al menos me dijera lo que le había preguntado… Quizá me lo hubiera pensado, pero de la manera en que estaba haciendo las cosas me sentí muy molesta.

-Sebastian, haré lo que yo cree oportuno, no eres más que un mayordomo bajo mis ordenes, tú deber es sólo protegerme, seré yo quien mueva las fichas.- Le estaba hablando muy seria y con el dedo índice de la mano derecha señalándolo, algo de lo que dije le dejó algo extrañado o sorprendido. Se separó de la puerta y por fin pude entrar al aseo

-¿Qué desea hoy de comer, señorita?- oí que decía al otro lado de la puerta.

-Haz lo que quieras… excepto pescado.-

Se fue. Suspiré muy fuerte pero no sirvió para calmarme, no sirvió para nada más que para darle más vueltas al mismo asunto y acabara más enfadada todavía. Me puse unos pantalones turcos y una camiseta de tirantes mientras hablaba conmigo misma en privado sobre todo ese asunto. Bajé las escaleras y dejé la camisa de Sebastian en el montón de la ropa sucia.

Subí al estudio y comprobé una vez más que los cuadros estaban listos para la exposición y que no necesitaran ningún tipo de retoque. Cada vez que miraba el cuadro de Sebastian apoyado en el marco de la puerta sentía que mi cuerpo se encendía de nuevo. Aparté la vista y me encontré a Kuro maullando y restregándose por mis piernas.

-…A veces desearía que ese demonio no fuera más que un simple gato cariñoso…- le dije a Kuro sin que pudiera entender nada, pero sus maullidos me daban la razón, el movimiento de su cola me hizo sonreír y lo abracé contra mi pecho para acariciar su cuello. Todo estaba listo para la exposición, cerré la puerta me bajé la mochila y le puse agua y comida a Kuro.

Después de comer ambos nos separamos sin decir nada. Era una situación muy fría, pero tabién estaba muy molesta. Cuando se hizo la hora de mi ensayo, Sebastian se cambió de ropa y me avisó para que bajara. Ambos nos subimos al coche y me dejó en el teatro, sacó mi bolsa y el se fue a comprar.

Aquella tarde de ensayo fue muy frustrante, todo el mundo andaba de arriba a abajo como si fuera el día de la obra, todo el mundo estaba eufórico y yo estaba deprimida y asqueada por el día que había tenido.

-¡El ensayo ha terminado! Mañana ensayo con ropa por la tarde a la misma hora, por la mañana quiero que vengan sólo los que tienen coreografía y por la tarde todos con la ropa.- el jefe dio la orden de escape; me esperé a que todo se calmara y bajé un momento a hablar con él.

-El viernes por la tarde tengo una exposición… ¿cómo está el tema?

-¿A qué hora?

-Sobre las 21h

-Entiendo… bueno en principio no hay problema, quiero acabar los ensayos el jueves y que tengáis un día libre, el sábado por la mañana habrá ensayo hasta la hora de la obra.

-Y el viernes que viene, ¿tenemos algo planeado?

-Creo que la obra del viernes se va ha hacer el jueves o el miércoles, al parecer el ayuntamiento ha alquilado el teatro para algo.

-Vale, otra cosa; las entradas…

-Sí, las daré mañana.

-Vale, pues nos vemos mañana.- me despedí con una sonrisa y me fui al vestuario. Delante de ellos no podía estar molesta, pero en cuanto me vi sola en el vestuario me quedé unos segundos sentada sin hacer nada, cogiendo fuerzas para segur adelante y volver a verlo. Me levanté recogí y me fui.

-¿Oye Karen quién ese tipo tan sexy que está ahí fuera, lo has visto antes?

Sebastian era demasiado llamativo a donde quiera que fuera, era algo que no podía evitar, simplemente suspiré profundamente y con cara de pocos amigos contesté que trabajaba para mí. Gran error

-¿Quéeeeeeeeeeeeeeeeeeeee?- en cuanto gritó “¿como que trabaja para ti?” me quedé mirándolo un rato a los ojos, y él hizo exactamente lo mismo, se acercó sin decir palabra cogió la bolsa y la metió en la parte de atrás del coche.

-¿Cómo ha ido, señorita?- me hablaba mientras me abría la puerta del copiloto.

-Bien. ¿Por qué no lo metes en el maletero?- pregunté

-Ahí están las compras, se me hizo algo tarde mientras me decidía por la comida de Kuro, los gatitos de las bolsas de comida eran todos tan hermosos y parecían tan suaves y esponjosos…- Sebastian viajaba de nuevo a gatolandia.

-…Entiendo que te gusten los gatos... pero el dibujo de una bolsa… -cuando eché un vistazo a la parte de detrás vi aquella bolsa de comida… era enorme y no sólo eso, había más ropa de la que me imaginaba. - ¿Y toda esa ropa?

-Me he tomado la libertad de comprarle ropa nueva, lleva años sin renovar su armario, y de paso he decidido que le tiraré algunas prendas.

-Si tiras algo de MI ropa sin MI permiso… -necesitaba pensar una amenaza digna de un demonio- juro que cuando me comas te haré vomitar mi alma…- le dije en voz baja y muy seria.

-Por supuesto…- se estaba riendo de nuevo de mí y de mi condición humana.

Lo odiaba. Cuando llegué a casa llamé a Clara y le dije que este viernes en principio no habría problema para quedar por la mañana y arreglar la exposición.

Al día siguiente Sebastian y yo volvimos a discutir otra vez por esa dichosa fiesta.

-¿Por qué ese conde querría algo de ti, de qué lo conoces?- estábamos discutiendo más en dos días que en los 4 años que llevábamos juntos.

-El problema no es de qué lo conozca señorita si no qué puede estar tramando.- Sebastian estaba totalmente tranquilo y yo cada vez me ponía más desquiciada y me enfadaba más rápido. –Ya le he dicho que no es cien por cien seguro que pueda protegerla.

-¿¡Estás dispuesto ha dejar que me maten y perder un alma si ese tipo te lo dijera!? ¿¡Me dejarías morir!?- al decir eso estaba perdiendo el norte y todos mis cabales. Jamás le había gritado de una manera así a Sebastian, le estaba escupiendo las palabras con desprecio y de verdad sentía que iba a dejarme en la estacada. Me iba a abandonar.

Yo no tenía derecho a enfardarme así con él, hasta tal punto, estaba molesta por que me iba a dejar morir si ese conde se interponía de alguna manera, realmente estaba molesta por qué en el momento en que terminé de decir eso me di cuenta que estaba apunto de llorar y de que ya había perdido toda razón lógica. Era tal como lo pesaba, bastaba con provocarme y acostarse conmigo para que terminara por enamorarme de él.

-…- Se quedó en silencio.- Haría todo lo que estuviese en mi mano por cumplir el trato, pero una orden es más que suficiente para que todo falle también.

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